El origen del conejo de pascua
A medida que se acerca la Pascua, muchas culturas de todo el mundo celebran la fiesta con tradiciones que varían de un país a otro. Mientras que en algunos lugares, los conejos de chocolate son un símbolo de la temporada, en México, la relación entre conejos y huevos es menos entendida. En países como Estados Unidos y Canadá, es costumbre dar huevos de Pascua a los niños y amigos. Estos huevos a menudo están decorados y ocultos para ser encontrados en un juego de buscar y encontrar. Así que independientemente de las diferencias culturales, la Pascua es un momento para la diversión, la familia y, por supuesto, ¡algunos conejos de chocolate!

Durante siglos, el Conejo de Pascua ha sido una figura querida en muchas culturas, representando todo lo que es alegre y esperanzador sobre las vacaciones de Semana Santa. Desde sus humildes comienzos como una criatura nocturna traviesa hasta su estado actual como un ícono querido de la primavera, el Conejo de Pascua ha cautivado la imaginación de niños y adultos por igual. Pero, ¿de dónde vino esta querida figura?
Su origen se remonta a los festivales anglosajones precristianos donde el conejo era visto como un símbolo de fertilidad y se asociaba con la diosa teutónica de la luz y de la primavera: Easter. En el siglo VIII, los anglosajones transfirieron el nombre de Easter a la fiesta cristiana que designa la celebración de la Resurrección de Cristo, adaptando el nombre de la fiesta pagana en las tradiciones cristianas.


Pero fue a partir del siglo XIX cuando comenzaron a fabricarse en Alemania muñecos de chocolate y azúcar del conejo de Pascua, el cual se convirtió rápidamente en una figura popular de los países del norte de Europa, especialmente en las reposterías quienes fueron responsables de crear los coloridos huevos de chocolate para esta celebración.
Cuando el cristianismo comenzó a extenderse en el mundo anglosajón, los frailes que evangelizaron a los pueblos paganos tuvieron que encontrar una manera de cerrar la brecha entre la nueva fe y la cultura existente. Si bien esto fue un desafío, los frailes pudieron usar un método creativo para unir las creencias cristianas y la figura del conejo anglosajón. De ese proceso evangelizador surgió una curiosa leyenda que cuenta que, cuando metieron a Jesús en el sepulcro que les había dado José de Arimatea, había dentro de la cueva un conejo escondido, que muy asustado veía cómo toda la gente entraba, lloraba y estaba triste porque Jesús había muerto.
El conejo se quedó viendo el cuerpo de Jesús cuando pusieron la piedra que cerraba la entrada mientras se preguntaba quién sería aquel hombre. Pasado un día y una noche, de repente Jesús se levantó, un ángel quitó la piedra que tapaba la entrada y Jesús salió de la cueva ¡Más vivo que nunca!
El conejo comprendió, entonces, que Jesús era el llamado Hijo de Dios y avisó a todos aquellos que lloraban su muerte que éste había resucitado y que ya no tenían porqué estar triste. Sin embargo, como los conejos no pueden hablar, se le ocurrió llevar un huevo pintado, creyendo que los seres humanos entenderían el mensaje de vida y alegría y así lo hizo.
Desde entonces, cuenta la leyenda que, el conejo sale cada Domingo de Pascua a dejar huevos de colores en todas las casas. ¡Qué divertido!

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